Pensando en el mar, que me encanta, me he dado cuenta que es igual que la vida, que también me apasiona.
El mar está compuesto de agua salada y la vida de amor, pero reaccionan de la misma manera.
Cuando el mar está en calma puedes andar sin dificultad por la arena y tú decides los pasos que das y su ritmo. Dominas la situación y puedes contemplar con mucha serenidad como el agua se mueve suavemente.
En la vida, hay momentos, días, temporadas, en calma, en las que todo va especialmente bien y las relaciones entre las personas son fáciles y llevaderas.
Cuando el mar está muy revuelto, lo que significaría en una playa, bandera amarilla, tienes dificultades para caminar por el agua y las fuertes olas, muy divertidas para el baño en buena compañía, hacen que puedas perder las gafas de sol por un golpe de mar. No puedes controlar la situación totalmente y si te despistas puede venir una ola inesperada y tirarte al suelo.
En la vida hay momentos donde las olas son altas y no es fácil mantener el control, pero que si lo consigues vas a salir reforzado.
Y la única manera de controlar esas situaciones es con mucho amor, igual que las fuertes olas llevan gran cantidad de agua y pueden agujerear la roca, el amor puede ablandar al corazón más duro.
Por eso creo que el mar se parece a la vida.
También hay que tener en cuenta, una cosa importante que asemeja el mar a la vida:
En el mar si tú no te esfuerzas, estás despistad@ y no pones resistencia, las olas te llevan de un lado a otro, según su conveniencia y te alejan del camino que tú querías seguir,
igual que en la vida donde es importante marcarte metas, seguir tus sueños, trazando un claro camino con esfuerzo, dedicación y pasión.
Y aquí vuelve a aparecer el amor, porque en la vida todo lo que hagas con amor saldrá mucho mejor.